27 febrero 2006

¿Cuánto das de lo que tienes...?

Hay preguntas que jamás tendrán respuesta. ¿Por qué no hice esto o aquello y perdí esa oportunidad?¿Por qué no dije no a tiempo y me evite tantos problemas?¿Por qué estudie esta carrera para darle gusto a mis padres y no la profesión que verdaderamente quería?

Pero hay una pregunta mucho más importante, que quizá nunca podremos responder: ¿Por qué no ayudé a esa persona que me necesitaba cuando tuve la oportunidad de hacerlo?

... y esa respuesta sí pudo ofrecerla el médico epidemiólogo, Mattew Lukwiya horas antes de morir, postrado en una fría cama del Hospital Santa María de Gulu, en el norte de Uganda, un domingo en la madrugada. "Sé que voy a morir, y espero que sea el último..." fueron las últimas palabras que le escucharon las personas que estuvieron a su lado.

Mettew falleció víctima del ébola, la enfermedad que combatió por espacio de catorce meses. Lo contagió un paciente al que atendió días antes. El enfermo, en la fase terminal, desesperado y en un ataque de nervios le escupió la cara. Y en circunstancias así el contagio es inevitable. Lo condenó a morir.

Aunque creció en una aldea sumida en la miseria, se sobrepuso a la adversidad y con esfuerzo concreto el sueño de estudiar medicina. En opinión de los superiores, era un extraordinario profesional, y para sus amigos, un excelente compañero. Su familia le consideraba un padre, esposo y amigo excepcional. Pero murió. Y lo hizo sirviendo a los demás...

1. Ayudar, un principio de vida...

Ayudar a los demás debiera ser un principio que rija nuestra existencia. Sin embargo en más de una ocasión negamos colaborarle a los demás, porque simplemente no queremos. No que sea imposible hacerlo, sino que no "deseamos hacerlo".

Esta es la premisa que nos sembró la sociedad que nos rodea. Cada cual vive para resolver sus propias situaciones y, bajo condiciones así, le preocupan poco o nada quienes están próximos. La insensibilidad pareciera que tomó control no solo de nuestro corazón y emociones, sino de nuestra forma de actuar.

Frente a una comunidad indiferente, individualizada, falta de solidaridad y con un elevado nivel de preocupación por sus propios asuntos, el apóstol Pablo escribió: "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta. No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien" (Romanos 12:20, 21 Nueva Versión Internacional)

De entrada plantea la imperiosidad de no contemplar la ayuda sólo a nuestros amigos, sino a quien la necesite. Y por supuesto, una actitud así frente a la vida obliga que rompamos todos los esquemas que hayamos construido.

2. Cambiar el individualismo

Se entiende por individualismo la actitud de quien se centra en sus propias necesidades y excluye a quienes están a su alrededor. Tiene ventajas, pero también desventajas. Hoy desconocemos las necesidades de los demás, luego serán ellos quienes desconozcan las nuestras.

Al respecto fue el propio Pablo quien recomendó: "Que nadie busque sus propios intereses sino los del prójimo" (1 Corintios 10:24 NVI)

3. Compartir lo que tenemos

Dar de lo nuestro no es fácil. El egoísmo es uno de los aspectos más complicados de vencer en una persona, bien por su formación, hábitos adquiridos o elementos que solo desde la perspectiva sicológica se pueden explicar. Tenemos algo y consideramos que es a tal punto nuestro, que no lo compartimos con nadie más. Y allí tenemos un problema. Sólo cuando nos desprendemos de las cosas, somos libres de la atadura que representa el amor desmedido a lo material.

Así lo explicó el apóstol en la carta a la comunidad de judíos en la dispersión: "No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque ésos son los sacrificios que agradan a Dios" (Hebreos 13:16)

No es fácil decirle a alguien: "¿Necesita esto? Tenga, es suyo". Pero esa actitud nos libera. Nos lleva a ver la vida desde una perspectiva diferente.

El Valle del Cauca, en Colombia, es una región donde son frecuentes los hallazgos arqueológicos. Y lo que una y otra vez me llama la atención es que las culturas indígenas que colonizaron la región hace muchos siglos, acompañaban sus ritos funerarios con pertenencias. Era la extraña convicción de que todos los objetos conseguidos en vida, iban a ser necesarios en la posteridad. Y con el paso de los años, junto a los restos mortuorios, aparecen objetos muy disímiles. Y ¿saben? Creo que si a muchas personas les fuera posible, acompañarían su sepelio con todo lo que consiguieron en la vida.

Un favor se hace, no se publica...

Cuando hacemos un favor o ayudamos a alguien e inmediatamente se lo contamos a todos a nuestro alrededor, lo que buscamos es justificarnos. Decirles: "Miren, yo soy muy bueno. Ayudo. Soy desprendido". Y la ayuda que prestamos, pierde su mérito, además de ofender a aquél que recibió el favor. Una actitud así puede herir.

Pues dentro de toda esta perspectiva de hacer el bien, le propongo que asuma de forma práctica, desde hoy, la recomendación que hizo nuestro Señor Jesucristo: "Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa, Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará" (Mateo 6:2-4 NVI)

En la práctica tres conclusiones, que serán en adelante principios de vida que transformarán su actitud frente Ali mismo y frente a los demás: Uno, reconozca que lo material no es todo en la vida, aunque sí muy importante. Pero depender de los bienes materiales, nos puede traer infelicidad más que felicidad. Dos, entienda que cuando ayudamos a alguien, estamos sembrando para el futuro. Tres, desde hoy si hace algo a favor de otros, guárdelo solo para usted. Dios sabe lo que hizo, Él lo recompensará...

Y sobre todo, no olvide que ayudar es una forma de crecer, de ser libres, de construir el reino de Dios aquí en la tierra...

23 febrero 2006

¿Cómo conocer a Jesucristo?

Siempre se pregunto cómo sería el Señor Jesús. La imagen más aproximada que tenía del Hijo de Dios, provenía de los monumentos que apreció desde la niñez en la catedral a la que solía ir con su madre, los domingos en la noche. Lo que no alcanzaba a comprender era por qué razón una estatua era tan distinta de otra y todos coincidían en asegurar que era el mismo Cristo.
En la universidad tuvo un encuentro personal con el Maestro. Un viernes, después de clases. Estaba atravesando por un período de vacío personal y espiritual que la tenía al borde de la crisis. En su desesperación corrió hasta su habitación, en el segundo piso de la inmensa casa que habitaba su familia, se arrodilló y habló con Él. Le dijo todo cuanto tenía en su corazón. Una confesión a viva voz, entre gestos implorantes y lágrimas que surcaban su rostro en abundancia.
Por primera vez en muchos años leyó el Nuevo Testamento. Estaba confundido entre muchos otros libros de todos los temas: geografía, historia, religión...
En la oración y el estudio de las páginas de la Biblia, descubrió a un Jesús más real, menos artístico como el que mostraban en los templos y sobretodo: más comprensivo de la realidad que experimentaban quienes tuvieron un encuentro personal con Él.
Comprendió por fin que solamente Jesucristo, real, vivo, con quien podemos hablar en la certeza de que responde a nuestro clamor, era muy distinto de las esculturas con las que se adornaban las iglesias en su Provincia, para avivar la religiosidad de los concurrentes.
Necesitas un encuentro personal con Jesús
Todos necesitamos un encuentro personal con el Hijo de Dios, exenta de misticismo. A veces creamos una imagen distorsionada de quién es Él. Nos basamos en las experiencias de otros. Y esa apreciación ajena puede ser subjetiva, errada, e incurrimos en el mismo error.
En cierta ocasión el Señor Jesús se encontraba reunido con sus discípulos. "Les preguntó:--Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Pedro le respondió:--Tú eres el Cristo. Entonces Jesús les advirtió que no se lo dijeran a nadie." (Marcos 8: 29, 30. La Palabra de Dios para todos).
Le inquietaba sin duda saber cuál era la concepción que ellos, las personas más cercanas a su ministerio terrenal, tenían de Él. Ellos habían compartido muchos momentos a su lado. Lo habían visto obrando milagros y también compartiendo enseñanzas. Eran testigos de primera mano.
La pregunta apenas natural que le asalta ahora, y a la que trataremos de dar respuesta, es ¿Cómo conocer al Señor Jesucristo?
Ir en busca de su encuentro
Dios a través del Señor Jesús vino al encuentro del mundo, primero de los judíos y después de aquellos que por no conocerle o profesar una corriente religiosa distinta, eran considerados como gentiles. Pero era necesario que de parte de cada uno, se produjeran al menos dos características: Una búsqueda incesante de respuestas a las inquietudes sin resolver en su existencia, y la segunda, disposición de ser transformados, involucrando a Dios en el gobierno de su ser.
¿Sencillo? Sin duda que sí. Todos aquellos que fueron en pos de Jesús el Señor vivenciaron un cambio total, definitivo. ¿Un ejemplo? Hay muchos. Sólo le compartiré de uno en particular: Zaqueo. Era un hombre prominente en la sociedad. Con solidez económica, prestigio y un futuro promisorio. Al fin y al cabo ya había alcanzado el cargo de cobrador de impuestos para Roma y cada cierto tiempo veía fortalecidas sus propiedades.
Pese a ello, estaba ansioso. Deseaba "lo mejor de la vida". Al escuchó que Jesús venía a Jericó, su ciudad de residencia, se subió a un árbol sicómoro. Era la única forma de verlo, porque era bajo de estatura. El Maestro mandó llamarle:
"Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor: --Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más. Jesús le dijo:--Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido." (Lucas 19:6-10. La Palabra de Dios para todos).
Observe cuidadosamente que encontrarse con Jesús produjo en Zaqueo una transformación profunda en su forma de pensar y de actuar. Como es natural, su acercamiento a Dios el Padre fue fructífero y la relación con quienes estaban alrededor.
Igual puede ocurrir con su vida. Puede cambiar. Tiene todo el potencial para hacerlo. Basta que someta su existencia a Aquél que todo lo puede. No será un cambio en sus fuerzas, sino en las de Dios.
Una vida maravillosa te espera
Dios te ofrece una vida maravillosa, plena, de realización personal y espiritual en todos los aspectos. Es una oferta gratuita. Basta que sometas a Él todo tu ser y le permitas obrar en pensamientos, tus emociones y tus actitudes. Puedes estar seguro que Él tratará contigo de una manera especial, tierna, amorosa y comprensiva.
En la Biblia leemos que nuestro Padre celestial prometió: "Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles, y cuidaré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré como es debido." (Ezequiel 34:16. Versión Popular).
Una lectura cuidadosa del pasaje le revelará que el Señor anhela restablecerlo. Es probable que haya andando en drogas, alcohol, adulterio, robo, o alguna de las múltiples manifestaciones de la maldad. Él, nuestro Supremo Hacedor, conoce lo que hay dentro suyo y quiere ayudarlo a comenzar de nuevo. Él hará la sanidad interior y le preparará para vivir cada día en victoria, libre de adicciones, de hábitos que atan.
Hoy es el día para emprender el cambio...
No dilate más la decisión que usted, en lo íntimo de su ser, reconoce debió tomar hace mucho tiempo: emprender el camino hacia el cambio. Si está cansado de luchar en sus fuerzas, no lo siga intentando. Vaya a Dios. Él desea extenderle su mano y ayudarlo a cambiar.
El Señor lo ilustró de la siguiente manera:" ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿acaso no dejaría las otras noventa y nuevo en el monte para ir a buscar la oveja extraviada? Y si logra encontrarla, de seguro se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños." (Mateo 18:10-14. Versión Popular).
Dios está en su búsqueda. Déjese encontrar por Él. Es una experiencia maravillosa. Basta que le diga en oración: "Señor Jesucristo, reconozco que he pecado y que tú, en la cruz, derramaste tu sangre para perdonarme y ofrecerme hoy una nueva oportunidad. Te recibo en mi corazón. Haz de mí la persona que tú quieres que yo sea. Amén".
Ahora tengo para usted tres recomendaciones. La primera, haga de la oración un hábito diario para mantener una íntima comunión con Dios; la segunda, aprenda en la Biblia principios que le ayudarán a alcanzar la realización personal y espiritual, y tercera, comience a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su vida será transformada

¿Sabe adónde irá su alma si muere hoy?

Rompió el record mundial de letanías. Lo hizo bajo el convencimiento de que sólo de esta manera Dios perdonaría a su madre. Ella había perecido en extrañas circunstancias, en un edificio de apartamentos, en México. Los asesinos irrumpieron a primera hora de la mañana en la habitación y le cegaron la vida. Saldaron así una vieja cuenta por tráfico de drogas.
--Me angustia que mi madre se pierda en el infierno—le confesó a su mejor amiga. Desde ese momento se encerró en un cuarto y, por espacio de siete días, rezó una y otra vez más de treinta mil avemarías y padrenuestros. Lo hacía con desesperación. Dormía unas pocas horas, consumía a duras penas un jugo un pan, y reemprendía la tarea.
Cuando terminó su retiro, salió con evidentes alucinaciones y delirios. Os ojos perdidos en la nada, como si estuviera atenta a ver ahogarse el último rayo de sol tras las montañas, en un atardecer de verano.
--¿Crees que Dios perdonó a tu madre?--, le preguntó su amiga.
La miró y, sin poder expresar seguridad en sus palabras, se limitó a decir:
--Sinceramente, no lo sé--.
Todavía pasa largas horas frente a un álbum de fotografías. Allí mira las imágenes de su madre, jugando con ella en un jardín, el primer día de playa, en una ocasión mientras echaban al vuelo un papalote, y en una ceremonia de bodas. De lo que no está segura es que, pese a sus interminables rezos, Dios la haya perdonado...
La eternidad pero gracias a Cristo
Cuando un familiar fallece, no es necesario mortificarnos. Ya concluyó su ciclo terrenal. Si en vida aceptó al Señor Jesús como único y suficiente Salvador, sin duda pasó a la eternidad con Dios; si no es así, la Biblia es clara al advertir que pasará a condenación eterna.
Gracias a la obra de Cristo en la cruz, y tras aceptar su obra redentora, tenemos asegurada la resurrección.
El apóstol Pablo escribió: "Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Más ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicia de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:12, 20-22).
Es probable que haya dilatado hasta una próxima ocasión, la decisión de recibir a Jesucristo en su corazón. No de más vueltas al asunto. Hoy, por cualquier circunstancia pudiera emprender ese viaje sin retorno que todos experimentaremos y, ¿a dónde irá su alma?
Un seguro hoy para disfrutarlo mañana
En cierta ocasión Marta, la hermana de Lázaro, le reclamó al Señor Jesús no haber llegado a tiempo a Betania para evitar que muriera el joven. "Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque esté muerto vivirá; Y todo aquél que vive, y cree en mi, no morirá para eternamente..." (Juan 11:23-26).
La decisión de cuál es el lugar en el que pasaremos la eternidad, la toma cada uno. Dios no obliga a nadie. Es algo muy personal. ¿Adónde pretende estar por siempre, una vez haya terminado su ciclo terrenal?
Decídase por Jesucristo
¿Desea recibir al Señor Jesús como su Salvador? ¡Hoy es el día! Dígale en oración: "Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón. Gracias por morir en lugar mío en la cruz, cargando con todos mis pecados para traer el perdón de Dios. Haz de mí la persona que tú quieres que yo sea. Amén"